La pandemia del Covid-19
llegó para –además de agravar nuestra ya comprometida situación epidemiológica-
exponer nuestras vulnerabilidades sobre las oportunidades formativas de las
personas con discapacidad.
En medio del abrupto
escenario al que tuvo que readecuarse todo el mundo a partir del 2020, a las particularidades
de este ejercicio de capacitación, se les sumó los retos que representa la
modalidad virtual, donde impera una tecnología que, desde su concepción, no fue
concebida para ser utilizada por las personas con algún tipo de capacidad sensorial,
intelectual o del desarrollo.
Sin embargo, cuando nos
preguntamos ¿cuáles son los principales problemas existentes a la hora de hacer
efectiva la capacitación para personas con algún tipo de discapacidad en
tiempos de pandemia? Las respuestas pueden ser disímiles.
Y es que cuando uno habla de
capacitación a personas en situación de discapacidad, la mejor estrategia a
desarrollarla de forma presencial, ya que la aplicación inmediata de las
competencias a desarrollar es fundamental internalizarlas y luego aplicarlas en
un futuro puesto de trabajo, complementando el aceroso camino que va desde las
competencias blandas hasta la familiarización de las rutinas productivas inherentes
del oficio.
En la actualidad hemos
tenido que adecuarnos a nuevas modalidades, afectando muchas veces a los grupos
más vulnerables por el acceso de las tecnologías o tener las competencias para
poder sacarles provecho a estas, en especial a las personas con discapacidad
cognitiva.
Al desarrollar clases por
vía online, se anula la asistencia directa y personalizada a los usuarios que
presentan mayores dificultades en el proceso de enseñanza. A esto se suma la
falta de actividades prácticas, retrasa y enlentece la adquisición del
aprendizaje, alargando los procesos de capacitación, arriesgándose a perder el
interés por este proceso de formación.
El modelo de la enseñanza
virtual o a distancia en sí, comprende una serie de obstáculos que degradan de
forma directa la necesaria inclusión que debe estar permear a estos procesos
formativos.
Las comparecencias virtuales
restringen exclusivamente a estos canales la entrega de conocimientos basado en
los sentidos de la vista y la audición, excluyendo las clases prácticas, variante
metodológica que siempre ha representado la piedra angular de la enseñanza dentro
de este modelo educativo.
Al negarles complementar la
enseñanza mediante esta vía; para las personas con discapacidad cognitiva, este
obstáculo, genera una disminución de las posibilidades de aprendizaje,
requiriendo una mayor cantidad de tiempo para poder adquirir las competencias imprescindibles
para ser idóneo para su empleabilidad
En tal sentido, lo que para
el resto de la humanidad ha sido un resorte
en todas las facetas de la vida tal y como la conocemos, globalizando incluso a
sociedades, culturas, religiones, costumbres, etcétera; en este caso la tecnología se convierte en una
herramienta de exclusión.
Pese a ello, hay que subrayar
que la tecnología en sí -a la hora de capacitar laboralmente- tiene aspectos
positivos; según la población a la que está enfocada, para aquellas personas
con discapacidad física con problemas de desplazamiento, se convierte en un
aleado para estar presente en estas acciones de superación.
Pese a ello, debemos
reiterar que en el caso de las personas con discapacidades cognitiva o
sensorial, la tecnología en sí representaría un elemento de exclusión debido a no poder
utilizar de forma óptima muchas veces de los dispositivos y/o estrategias de
capacitación.
Por esta razón a la hora de
planificar un curso para personas con discapacidad se deben considerar las
estrategias y medios en que se entregarán los contenidos para que todos puedan
acceder de la mejor forma posible.